Hace unos momentos recordé instantes de mi infancia... cuando iba a casa de la abuela ( cuando vivíamos lejos... bueno no tan cerca) hacíamos cosas divertidas como vestirnos con sus tacones y utilizar sus mascadas y ropa de antaño para divertirnos... nos hacía masa, que yo comía a escondidas hasta que se acababa (cruda cruda y sucia sucia de estar amasándola y pasándola por todos lados). Quien me conoce sabe que lo mio lo mio es lo crudo... si me da a elegir querido lector entre una galleta cruda u horneada... preferiré la primera, así con la carne, pan, verdura, etc...
Supongo que por esa razón en muchas ocasiones terminaba "empachada" en casa de mi abuela... y era un motivo más para que abriera la puertita mágica de la cocina. Se encontraba justo en la esquina entre el fregadero y la estufa. Aprovechando su localización abrías la puerta y te encontrabas con dos pisos giratorios que contenidas las cosas más ricas y maravillosas para mi. Era el lugar donde mi abuela guardaba la harina (pa' elaborar la masa cruda que después me tragaba), especies de todos los tipos, las rajitas de canela que mordía con gusto... y para el empache salía también a colación... una cucharada sopera de aceite de oliva con sal... cómo me encantaba el remedio casero y siempre pedía más... incluso en algunas ocasiones sin empacho alguno... literal, fingía dolor de panza o malestar estomacal sólo para recibir tan preciado líquido...
Hace unos momentos me preparé una ensalada con aceite y sal... que rica es la vida en general y en particular.
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