martes, 8 de noviembre de 2011

Diferencia entre un héroe trágico y un caballero de la fe...

Ya en otras ocasiones he hablado sobre el caballero de la fe y el héroe trágico. Según mi interpretación (¿de quién más... sino?) el héroe trágico es el que deja su individualidad en mor de la generalidad, en pocas palabras se sacrifica a sí mismo por todos. El caballero de la fe se aparta de la generalidad y a través de su individualidad entabla una relación completamente personal con Dios, que ningún otro hombre muchas veces percibe.

Uno de mis trabajos favoritos en la universidad hablaba sobre la relación y diferencia entre ambos personajes, Kierkegaard y San Agustín. Ahí afirmaba que Kierkegaard era un héroe trágico que nunca pudo dar el paso de cabeza al absurdo como lo hizo finalmente a sus treinta y picos años el Santo Padre de la Iglesia. Apasionadamente traté el tema, sabiendo que la parte del caballero de la fe-San Agustín me fascinaba, me hacía sentido porque no la comprendía, sólo la entendía. (Ahorita se me ocurre que podemos saber la diferencia entre comprender y entender viendo ambas palabras; com-prender implica que formo, que me es común a mi misma; en- tender que se desplega ante mí... pero no me implica).

Si bien era algo muy dentro, pero tan evidente (que en el post que cité con anterioridad aquí) seres queridos ya lo notaban y consideraban, mi aspiración constante a ser caballero de la fe, aún cuando para mí era muy lejana la fe... en teoría.

No diré que soy caballero de la fe, sin embargo, bien puedo decir que siento una certeza muy fuerte dentro de mí, y vengo señores hermanos a comunicarles la palabra... jojojo... ¡No! en realidad me parece sospechosa cualquier persona que insiste demasiado  o hace demasiado para buscar comunicar lo que él o ella considera "la palabra"... pero esto será porque he visto mucho charlatán y no necesariamente una cosa implica a la otra.

Lo que quiero decir es que por primera vez como adulto, o como ser completamente diferenciado y autónomo de mis padres, maestros, familia, amigos, enemigos et.al. me encuentro conmigo misma y no sola, pero tampoco necesariamente acompañada... o en necesidad de estarlo. Y esto podría reducirse al hecho de tener o no tener pareja; en realidad es un poco más profundo y tiene que ver con el hecho de que disfruto de la compañía de otros, y finalmente estoy disfrutando de mi propia compañía a tal grado que a veces me parece poco necesaria o prescindible la compañía de alguien más. Lo cual no implica, insisto, que haya compañías gratas en momentos específicos.

Si tengo un "altar" egoísta, no es porque no quiera incluir a nadie más, sino es porque estoy aprendiendo a incluirme a mi misma.

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