miércoles, 11 de febrero de 2009


He aquí post largo largísimo... me gustó mucho hacer esta tarea y por eso la comparto... el final está flojo... pero bueno



Total indefinición bien podrían ser las palabras que nos ayuden a determinar el cuadro en cuestión. Un interior amurallado, aunque no necesariamente por completo, sin techo, que nos permite vislumbrar un cielo aún más confuso cuya nubosidad toca la parte superior de la pared. En dicha parte de la muralla encontramos pequeños nichos/ventas cuya disposición no es homogénea, como tampoco lo es la figura de estos: los unos rectangulares que en solitario ocupan un panel de pared que se diferencian, debido a que cada uno tiene una tonalidad distinta; y los otros tres huecos, casi al centro, con forma de semi-arco. Tanto las seis cavidades tan similares y diferentes, como las diversas tonalidades de la pared, dan la impresión de representar homogeneidad y continuidad, aunque no se escapará a una mirada atenta la discontinuidad evidente y misteriosa de su disposición. Nos anuncian la tónica del personaje que se encuentra representado en el cuadro, el cual posteriormente abordaremos.

De nuevo, no debemos fiarnos de nuestra primera mirada, las dos puertas que se alcanzan a vislumbrar también son distintas entre sí. El umbral lo es, una cuenta con un sólo escalón, mientras que la puerta de la cual intuimos que el personaje sale posee dos. Incluso su grueso difiere. El tono lúgubre y obscuro del vano se encuentra aderezado por una pequeña placa digna de todas y cada una de las neurosis, creemos que hay algo escrito ahí, incluso podríamos asegurarlo, pero no logramos comprender la escritura.

Esta misma incomprensión se refleja en la dicotomía interior-exterior, ¿Qué está adentro?, ¿Qué afuera? ¿Es legítimo hablar de adentro y afuera? ¿Cuál sería el límite entre ambos? Y nuevamente retornemos a los umbrales.

Recapitulemos, habíamos dicho: un interior amurallado, pero también podría tratarse del patio interior de una vieja casona, o la fachada redonda de un conjunto de consultorios, por qué no, finalmente el título nos indica que el personaje se encuentra “…saliendo del psicoanalista”. Terrible confusión la nuestra al querer seguir la primera intuición, incluso las nubes que mencionábamos tocaban la parte superior, bien podría ser vapor que sale de los pequeños nichos anteriormente descritos. Aún más difícil sería determinar si lo que vemos es realmente el cielo nublado o un techo mal pintado y ahumado por algún experimento realizado en el interior de alguna de las dos únicas puertas que podemos observar. Todas ellas figuras delimitadas y definidas en primera instancia, aparentemente fáciles de aprehender, pero no así en un acercamiento minucioso. Es en el detalle en lo que el psicoanálisis estará atento −en un gesto diferente, en una confusión que aparentemente no lo es−, donde llegará con el yugo a marcarnos la diferencia y buscando la homogeneidad. Su mente es caos querido lector, pero busquémosle estructura.

Por el momento dejemos de estar pegados a la pared y llevemos nuestra mirada hacía otra parte. En el centro del cuadro, mas parece no del espacio que en teoría ocupa, encontramos una figura aparentemente esbelta − por lo que podemos intuir a partir de sus manos, pies y cara − que porta un atuendo verde de varias capaz, con botas y medias negras. Parce ser una mujer, pero el mismo título Mujer saliendo del psicoanalista pone en evidencia la falta de determinación y nos remite a pensar que, sin tal especificación, la supuesta mujer bien podría no serlo. No sabemos si la cabeza/máscara que despectivamente está apunto de lanzar al que, por el momento, llamaremos pozo del olvido es la suya o la de alguien más; la barba comparte el mismo tono y textura que el cabello de nuestra mujer, seguramente histérica. Es el juego entre el ser y el no ser, de la falta de identidad y de la identidad misma, ¿Qué le es de suyo? ¿En dónde encontramos el límite?

No nos es posible ni siquiera observar por completo la cara que nos muestra, de la cual no podemos estar ciertos que sea la suya, desprendida tiene una capa del ropaje verde con la impresión de su rostro. Tanto la que pensamos le pertenece como la máscara verde tienen una mirada tenebrosa como muy dentro de sí o tan fuera que ni si quiera se reconoce a sí misma. Ambas miradas se dirigen hacia lados opuestos, no obstante de la misma manera e intensidad. Los ojos azules de la mujer son gélidos, buscan penetrar y no penetran nada, perteneces a quien de tanto mirar, ha dejarlo de hacerlo.

Dejemos el campo visual y vayamos al auditivo. El silencio está presente, en ninguno de los dos rostros vemos la boca. El capuchón verde le impide emitir palabras. ¡El silencio también nos dice algo! Reclamará Lacan, dejemos de querer buscar un diálogo hablado, dialoguemos con él.

Los pies de la mujer están rodeados por un vapor/humo/vaho/gas, muy similar a la nubosidad tratada párrafos arriba, que sale de la puerta lúgubre de todas las neurosis, la sigue. No son pasos seguros los que da, más bien va caminando con el cuidado que asume una bailarina inexperta que está apunto de salir de escena, o mejor, escapar de ella. Talvez es el momento anterior a la decisión de dar el salto y lanzarse por completo con la cabeza/máscara hacia quién sabe dónde, pero reconoce que su pesado atuendo no se lo permitiría. A pesar de las diversas capas, o a raíz de éstas, la indumentaria verde que la cubre así como su cabello son rígidos. Rigidez que se experimenta también al observar la manera en que carga la pequeña cubeta repleta de alimañas y demás souvenirs. Todo tan estructurado en ella y los objetos que carga en un desorden impresionante. ¿Son también ella? Todo tan inflexible y sus pies buscando ductilidad.

Finalmente abordemos la parte que nos parece aún más misteriosa e indefinible, aquello que anteriormente nombramos: pozo del olvido. En un primer momento nos pareció que la máscara/cabeza despreciada, que no puede ni mirar la mujer y que toma con una actitud de repugnancia se dirigía directamente al olvido. De igual forma, es factible que en realidad no sea hacía este que se dirige. No parece estipulado que el espacio temporal en el que nos encontramos inmersos dentro de la pintura es realmente la vigilia, o es más bien un sueño. Aún menos certero es pensar si percibimos lo consciente o lo inconsciente o si es que en realidad no hay tal diferencia. Talvez la máscara/cabeza se encuentra camino hacia la consciencia y nosotros estamos mirando fijamente lo opuesto. Mirando a alguien, que no nos mira.

No hay comentarios: